No es un secreto, en el Perú 4 de cada 10 niñas no saben qué es la menstruación y quienes la conocen crecen con una serie de tabúes, piensan que se trata de una enfermedad, que no se pueden comer ciertos alimentos o realizar ciertas acciones y hasta sienten vergüenza para hablar sobre la regla.
Estos tabúes limitan el desarrollo integral de las niñeces y adolescencias, algo tan normal como menstruar no puede ser sinónimo de obstáculos, pero lo es.
Es aquí donde aparecen las educadoras menstruales, personas que, desde su compromiso personal, se han preparado para enseñar, re enseñar, compartir y difundir la educación menstrual.
Hoy, en el Día de la Higiene Menstrual conversamos con Laura Lecaros de Vera Ciclos y Mariel Távara de Somos Menstruantes y recogimos sus experiencias, aprendizajes y reflexiones sobre el rol de las educadoras menstruales en el Perú.
No ha sido un camino fácil, se han enfrentado a los tabúes, que las limitaban para hablar sobre el periodo, a los pocos espacios para hablar sobre la regla y sobre todo a la violencia machista invisibiliza las necesidades femeninas.
Educadoras menstruales, un rol que va más allá de enseñar el ciclo menstrual
Mariel Távara, fundó Somos Menstruantes hace más de seis años. En su visión, la educación menstrual era una herramienta fundamental para la prevención de la violencia sexual.
Su trabajo como psicóloga le permitió reconocer que existía una conexión entre el silencio de las víctimas de violencia sexual y el desconocimiento que tienen las adolescentes sobre su propio cuerpo, el no saber lo que pasaba los hacía incapaces de hablar.
“Para nosotras hacer educación menstrual es una forma de prevenir violencia sexual y para liberarnos de los estereotipos de género. Por eso insistimos en hacer educación menstrual con el reconocimiento de las experiencias menstruales diversas”, indicó.
En el camino nos encontramos con el tabú.
Los tabúes sobre la regla son más que conocidos, están llenos de prohibiciones y limitaciones. Crean temores, levantan barreras y a largo plazo generan problemas en nuestro desarrollo integral.
“El tabú hace que creamos que hablar de menstruación y de ciclicidad no es importante, a pesar de ser sumamente importante y es fundamental para el desarrollo de la sexualidad, para la afirmación de la personalidad y de la identidad», agrega Mariel.
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En el caso de Laura Lecaros, con Vera Ciclos, la educación menstrual llegó a sus manos por una gran demanda. Primero vino la curiosidad por los productos para gestionar la menstruación como la copa menstrual.
Empezó vendiendo la copita, hasta que sus amigas la motivaron a dedicarse a la venta, no solo de copas, sino de la gran variedad de insumos que son respetuosos con el medio ambiente. Al verse involucrada en la menstruación, sentía que faltaba algo. El factor educativo, una necesidad que detectó desde el día uno.
Decidida a seguir aprendiendo se formó en un diplomado de salud menstrual para que Vera Ciclos también se convierta en una ventana transformadora, educativa y combativa ante los tabúes.
“La educación menstrual es algo que les hace ruido a muchas personas que todavía se avergüenzan. Es el tabú, los estigmas menstruales finalmente que hemos heredado como sociedad”, afirma.
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Las necesidades menstruales de las niñeces y adolescencias en el Perú
Al trabajar directamente con infancias y adolescentes en el Perú, Mariel y Laura saben que hay mucho trabajo por hacer desde el Estado para garantizar una menstruación digna en el país.
Partiendo porque el acceso a los productos de higiene menstrual puede ser limitados para personas en situación de pobreza y vulnerabilidad. Los servicios básicos en los colegios no garantizan una buena higiene menstrual y muchas niñas dejan de asistir a sus clases solo porque tienen la regla.
Para Mariel, en los colegios se habla de la menstruación pensando en la reproducción y no como un signo de salud, desarrollo y equilibrio en el propio cuerpo.
«Hay una mirada como muy limitada de por qué menstruamos, me parece que es necesario que el Estado impulse campañas integrales de educación menstrual».
En la misma línea, Laura destaca la urgencia de crear más espacios para hablar sobre la menstruación.
«Es sumamente importante generar espacios para hablar sobre la menstruación, porque va a permitir que generemos autoconocimiento. Por lo tanto, desde el autoconocimiento se van a generar prácticas de cuidado».
La lucha contra los tabúes y los estereotipos
El tabú persistente, la falta de información, la estigmatización y la negligencia estatal crean barreras significativas para el bienestar y el desarrollo pleno de las personas menstruantes.
Laura entendió que era necesario medir qué tan abierta y disponible están las personas para hablar de la menstruación para poder enseñar. Para ella esto es vital para poder acercar los conceptos de una manera amable e interesante.
Con el simple hecho de visibilizar y comunicar información vital sobre la menstruación, las educadoras menstruales generan un impacto positivo en la vida de las personas, al cambiar cómo viven en el día a día el proceso de la menstruación.
Del lado de Mariel, el abordar el tabú y generar autoconocimiento y prácticas de cuidado contribuye a que las personas que menstrúan vivan más plenamente.
«Si una se pone a preguntar qué fue lo primero que te dijeron sobre la menstruación, es posible que hayas escuchado un «no comas, no hagas, no toques, no digas, no mires, o sea, un montón de limitaciones», resalta.
Es en ese contexto donde surge la educación menstrual como respuesta al desconocimiento del propio cuerpo. Al hablar del cuerpo y su funcionamiento, las educadoras ayudan a romper este tabú y a formar a personas más libres.
Sabemos que hay mucho por hacer en el país. El estado tiene pendiente la reglamentación de la Ley de la higiene menstrual que tiene como fin entregar productos de gestión menstrual a personas en situación de vulnerabilidad.
También tiene una deuda con cada persona menstruante que creció sin saber sobre su periodo, tuvo miedo cuando vio sangre en su ropa interior porque nadie le contó y con aquellas personas cuyas vidas fueron limitadas por los tabúes.
Aún estamos a tiempo.